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miércoles, 1 de mayo de 2013

Las muertes de Huckleberry Finn 1. Las reencarnaciones del Misisipi.


Las reencarnaciones del Misisipi.
    
   En la novela homónima de Mark Twain, Huckleberry Finn realiza un extraño cortejo a la muerte. Su amigo Tom Sawyer sueña con rescates sangrientos, inspirados en historias de piratas; si bien sus fantasías nunca se salen del cañamazo infantil. La imaginación de Huck Finn va más lejos. Degüella a un cerdo y lo hunde en el río para simular su muerte y esquivar la sombra del padre. Desde entonces, Huck abandona su envoltura carnal y vaga en una balsa por el Misisipi en compañía de Jim, un negro fugado. En la geografía del más allá los ríos cumplen un papel mítico. En este Aqueronte sureño se diluyen las fronteras del tiempo, no hay muerte ni clases sociales; por eso fructifica la amistad entre una basura blanca como Huck y un esclavo fugitivo como Jim.
Además el Misisipi  sumerge a nuestro protagonista en el ciclo de las reencarnaciones. “No te bañarás dos veces en el mismo río”, dice Heráclito; lo que se traduce por “nunca serás la misma persona cada vez que te bañes en sus aguas”. La corriente arrastra cientos de vidas. En cada ribera nuestro héroe, tras el correspondiente bautismo fluvial, asume una personalidad nueva. Primero es una niña; luego, un muchacho desorientado y, por último, la sombra de un ser vivo: Tom Sawyer. El rígido contorno de un nombre, Huck Finn, se difumina como las fluctuantes orillas de un río; lo que hace que tanto él como Jim descarten la fuga y se dejen llevar por la corriente.
Pero hasta este flujo libre en apariencia tropieza con escollos. Cuando el espectro de Huck navega por el Aqueronte, unos demonios se embarcan en la balsa, haciéndose pasar por ángeles caídos. Con el bautismo del whisky falsifican vidas y muertes. Los embaucadores actúan como predicadores, actores o vendedores de ensalmos. Se sienten orgullosos de su trabajo y, siguiendo la tradición del sur, se las dan de caballeros; de ahí que uno se haga llamar duque y el otro, rey; y que exijan a Jim y a Huck que les rindan pleitesía. Si en algunos personajes de la obra perduraba el honor sureño, en estos últimos este concepto se degrada en espectáculo de feria. Huck lo comenta a Jim con sorna: estos aristócratas de pacotilla no se distinguen de los originales; y, si los miras de cerca, no son peores que los genuinos. De esta forma, la nobleza europea es tildada de corte de los milagros. Esta idea la desarrollará Twain más a fondo en una novela satírica posterior: Un yanqui en la corte del Rey Arturo.
El río lo arrastra todo: la vida y la muerte; pueblos enteros, casas, e incluso las mentiras y los pecados de los hombres. Los estafadores se valen de esta corriente para ocultar sus fechorías y borrar su rastro. No obstante, hasta sus aguas guardan memoria. Los timadores son emplumados, porque el río es una imagen de la eternidad; y el tiempo, en su rueda de culpas y redenciones, vuelve a sus peregrinos sin que estos se den cuenta. Puede que Huck y Jim no se hayan movido nunca de sitio y que su fuga haya sido un reflejo en las aguas del río. Al principio de su  huida se habían topado con una casa flotante. En ella habían encontrado avituallamiento y disfraces con los que Huck había encarnado distintas vidas. Pero un hecho trágico le dotaba de un sesgo funesto: la presencia de un muerto transformaba la cabaña en un ataúd a la deriva. Huck, hastiado del acoso paterno y del acartonamiento de la señorita Watson, había fantaseado con asumir distintas personalidades; este hallazgo fúnebre lo convertía en un hijo póstumo o, lo que es lo mismo, en un fantasma anónimo.
Aventuro un desarrollo diferente de la narración. El tiempo se ha detenido. Las corrientes del río son las fluctuaciones de la mente de Huck. Este descubre la identidad del muerto y las subsiguientes peripecias solo tienen lugar en su cabeza. Ambos son capturados y Jim es colgado como esclavo fugitivo; entre otras cosas, porque Huck es un buen chico y lo denuncia a las autoridades.
Esto enlazaría con un final gore titulado The Adventures of Huckleberry Finn and Zombie Jim. Una especie de tuberculosis provoca que los muertos vuelvan de sus tumbas. Los rebeldes son exterminados, pero los dóciles son empleados por los vivos. La esclavitud deja de existir, al menos oficialmente. No obstante, la liberación es un espejismo. Jim resucita como zombie para vivir una fantasía perniciosa: se cree libre. ¿Abolición? La amistad prolongada en el tiempo entre Huck y Jim solo es posible, si este último se convierte en un cadáver servicial. El  destello de libertad del Jim vivo se apaga en su versión zombie, que retorna a la vida como un uncle Tom cualquiera. Lo que hace de esta novela una alegoría de la alienación de los negros, tras ser emancipados sobre el papel por Abraham Lincoln.